sábado, 17 de agosto de 2013


Para dar testimonio de que la historia se repite, publicamos dos de las primeras notas de CAMBALACHE, cuando únicamente circulaba vía correo electrónico.






   Año I, núm. 2.     20 de setiembre de 2012

                                                                     A Raúl Wiener, ejemplo de periodista.
                                                                                                             
                                                                      

LECTURA DE MEDIOS DE COMUNICACIÓN

 Una niña de ocho años es muerta por un balazo en la espalda tras el fuego cruzado en un operativo de las fuerzas combinadas del ejército y la policía contra terroristas”, informa un diario.  El hecho ocurrió el 8 de setiembre en el anexo de Ranrapata, distrito de Santo Domingo de Acobamba, en Huancayo.  “El padre de la víctima y el abuelo materno aseguraron a la prensa que los agentes del orden ingresaron a su vivienda, donde dispararon y posteriormente arrastraron el cuerpo de la niña unos 50 metros, hasta dejarla sobre unos matorrales –LA PRIMERA. Domingo 16 de setiembre de 2012.

Sólo unos días después de que las fuerzas armadas y policiales comunicaran el suceso, sin  mencionar la muerte de la niña,  se conoce este hecho por la denuncia del alcalde de Ranrapata.     El analista político “Carlos Tapia reveló que los efectivos policiales a cargo del operativo tuvieron conocimiento de la muerte de la menor y sin embargo no transmitieron la información a través de la cadena de mando(LA PRIMERA, 15 de setiembre de 2012).

Como resultado de  la misma operación, las fuerzas armadas y policiales traen a Lima a tres niños, de diez meses, de cuatro y de ocho años.  Dicen que los han rescatado, que eran  pioneritos, niños secuestrados por grupos terroristas. Después se sabrá que no era cierto, que eran beneficiarios del programa Vaso de leche e incluso eran estudiantes del centro educativo de Ranrapata”, (como informó el alcalde, que agregó: Nadie me hizo caso ni me preguntó sobre ellos”).  Los retienen en la pista de aterrizaje por varias horas hasta que lleguen los periodistas, la prensa y la Televisión y la primera dama y la ministra de la mujer. Entonces comienza el espectáculo: Las fotos ilustran el amoroso cuidado de las damas acogiendo a niños de muy corta edad. 

Al día siguiente, en todas las primeras planas, en todos los noticieros de la televisión se suceden las imágenes de las damas y se da gran publicidad al operativo de las fuerzas conjuntas del ejército y de la policía.  El congresista Fredy Otárola dirá que “el operativo fue impecable”. ¡¿Impecable?! Una niña muerta, niños secuestrados y varias mujeres acusadas falsamente de terroristas –que después serán liberadas- y  todo el trauma causado a los niños y a los pobladores, ¿no significa nada?

Y la perla: el ilustrísimo señor Cardenal  Juan Luis Cipriani,  minimizando la muerte de la niña y mostrando su verdadera cara y posición  en este mundo terrenal, dice: Las intervenciones militares contra el terrorismo no pueden ser  con guante y mandil y (pidiendo) permiso para entrar”. Para un cardenal que combate el aborto en todas las circunstancias, a todo pulmón en cada homilía,  ¿esta vida no le significa nada? ¿Qué vidas le parecen valiosas? ¿No lo fueron las de decenas que se perdieron en el cuartel de Los Cabitos cuando estaba de obispo en Ayacucho y cuyos cadáveres se están desenterrando hasta ahora? Seguro que este cardenal asume también que se justifica la muerte de diez individuos si en el grupo hay tres o algún terrorista.

Nadie pretenda enlodar a nuestras heroicas fuerzas armadas que luchan día a día por defender la democracia. Que no la enloden los malos efectivos. Ya no estamos en el régimen del dictador A. Fujimori, que cumple condena por corrupto y asesino. La democracia debe mostrarse limpia y llegar a todos los rincones de nuestra patria. Ha habido un mal operativo. Luego se ha agraviado a niños y pobladores, se ha mentido en las altas esferas. No se puede mezclar las cosas. Es necesario dar respuesta rápida con la verdad y pedir perdón al ofendido. La confianza en la democracia está en juego.

Algunos congresistas pretender salvar su imagen pidiendo investigación de los hechos. Por cierto, comenzará, ¿y cuando terminará?  Tenemos la experiencia que las fuerzas armadas no envían nombres de los jefes involucrados en acciones por investigar, no dan informes, y se dilatará la investigación y al final la democracia seguirá herida, lamentablemente, como se dice.

Ya han pasado varios días, se ha empleado mucho tiempo en el congreso; se dan argumentos de toda especie. Sin embargo, ahí están los hechos. Está en prueba la confianza de los millones de peruanos en la democracia, en la que creemos y por la que tenemos que levantar la cara y debemos defender. Es la única manera de derrotar a todo terrorismo: lograr que todos los peruanos confíen en la democracia. Que en cada rincón del país se entienda que no hay peruanos de primera, de segunda, tercera y cuarta categoría.

Al final, ¿qué va a quedar?

La convicción de que todo sigue igual en el país. Las poblaciones del interior indefensas, sin atención de su gobierno. Sin esperanzas.  Raúl Mayo Filio, en El Comercio, domingo 16 de setiembre del 2012, informa: “Ranrapata, el aislado centro poblado de Junín (…) es uno más sumido en la extrema pobreza (…). Donde los niños viven sin alimentos, abrigo ni la mínima atención de salud. (…) la única fuente de agua de la comunidad es un manantial que los pobladores comparten con las bestias de carga y los animales domésticos. No hay saneamiento básico, tampoco electricidad; menos una carretera. La penosa realidad está plasmada en los rostros de los niños llenos de llagas por infecciones cutáneas, con ojos enrojecidos por la conjuntivitis, pelo rojizo producto de la desnutrición. En estas condiciones, un pueblo es presa fácil para el engaño.” Con seguridad, el Cardenal jamás irá a llevarles consuelo alguno. Y dirá: “La criatura está muerta. Recemos y busquemos la mejor manera de actuar.” Le decimos: ya estamos cansados de rezar, lo estamos haciendo desde hace siglos, y cierto, mejor busquemos qué hacer, comenzando por llevar auxilio y justicia a esa poblaciones, con el ejemplo.

La lucha contra los terroristas debe comenzar por atender las necesidades primarias de estos pueblos olvidados. Los olvidados de siempre deben sentir la presencia del gobierno en realizaciones concretas y no en promesas que no se cumplirán. Deben sentir la sinceridad de quienes dicen respetar sus derechos y ser considerados ciudadanos como los que viven en Miraflores o en La Planicie.

No creo en “investigaciones”. La verdad se ocultará entre los folios de los juzgados. Ya en el comunicado oficial del 25-2012-CCFFAA se decía en el ítem 3: “El operativo se desarrolló con presencia de personal del Ministerio Público que elaboró el acta correspondiente, haciéndose cargo del caso (…).” Sin embargo, el Fiscal de la Nación, José Peláez, reveló que el Ministerio Público desconocía la realización del denominado “Operativo Mantaro” y que “la fiscal Elaina Aguilar Solórzano recién tomó conocimiento del hecho, el pasado 09 de setiembre, cuando se encontraba en la base militar de Pichari” (información publicada en La Primera, sábado 15 de setiembre de 2012). Entonces, ¿en qué investigaciones vamos a confiar con todos los antecedentes que conocemos?

Es triste reconocer que parece que las cosas seguirán igual como siempre.

¿Qué piensan ustedes, queridos amigos? Quisiera conocer sus opiniones. Y si les parece pueden reenviar CAMBALACHE a sus amigos.

                                                                  Ricardo I. Ráez Ruiz



El derecho de hablar








Amargura 1                                    9-3-12


       Leo las entrevistas a Armando Villanueva en El Comercio, y a Gustavo Espinoza en Hildebrant en sus 13. Dos vidas concluidas, 97 y 70 años. Desde niños se dedicaron a la política. Alcanzaron el poder. Soy testigo de sus discursos, de su ópera en las calles, en el Congreso. Ahora veo que toda la mascarada no condujo a nada firme. Sus acciones se desvanecieron en la realidad más cruda y brutal que ahora vivimos y no aceptan su culpa. La culpa de haber manejado esperanzas, de haber traficado anhelos.

       ¡Ah, Cambalache! Cada vez, verdad inmortal.   

       Comunistas, apristas, vieja mermelada. Las pocas conquistas del pueblo fueron logradas por los cientos de muertos que quedaron en calles, ciudades y caminos. En todos los pueblos del mundo. El gran capital compra honras, inteligencia, y sigue prosperando a expensas de las enormes multitudes de pobres y miserables que cada día dejan pulmones, sangre e hijos, muchos hijos sin futuro, a no ser la cárcel o los hospitales.

       Todo se compra. Lo compra el que tiene dinero, según la cantidad se obtiene lo que se quiere. Desde el comerciante de la esquina, el profesional exitoso (es decir, el que se vende bien), los empresarios traficantes, las grandes empresas nacionales y transnacionales. Todos compran: mujeres, ostentación, salud, periodistas, políticos, seguridad. El poder es el dinero. Sí, mi querido Quevedo, poderoso caballero es don dinero. Con el dinero se compra intelectuales que desarrollan hermosas teorías, escritores lúcidos que afianzan el equilibrio del mundo, científicos privilegiados con su cociente intelectual que alientan la depredación de la naturaleza.

       Amargura. Seguiremos así por los siglos de los siglos.

       Sálvese quien pueda. La ópera continúa. La música seguirá removiendo, en solitarios cultores de arte, amores,  sentimientos y anhelos de felicidad, entonteciendo multitudes, congregando provincianos tercos en la música del terruño. La creación literaria seguirá produciendo historias para entretenimiento de quienes puedan comprar y leer. Pero ahora  los medios marcan la pauta. La televisión ofrece las modas en actitudes, pensamientos y lenguaje. El vedetismo incluirá periodistas y conductores de TV. Todo tiene su precio.

       En los años 60 la imagen del pequeño burgués, comodón, desinteresado de los problemas sociales, era la imagen del individuo despreciable, que tan solo vegeta. Nada más espantoso que llegar a serlo. En tanto los años pasaban y venía la familia. Y qué culpa tenían los hijos de la locura del padre de querer un mundo más justo. Y el “dulce encanto de la burguesía” contaminaba las convicciones. Y se iba perdiendo lo que se decía: “la autenticidad”.

       El peso de la realidad. Cambalache. Sobrevivir.

       Bueno, diremos, es la vida. Sin embargo, reclamo. Grité en las calles, marché en las huelgas. Qué dejaron los líderes. Discursos, organizaciones larvadas. Intelectuales de izquierda, respetables investigadores, pensadores que iluminaron el conocimiento de esta realidad nuestra. Y los otros figurantes, poseros, qué gusto por ser reconocidos, qué dicha recibir el premio a sus trabajos intelectuales en la fotografía del diario y ojalá en un segundo de la televisión. Qué dejaron. Morirán y se irán con la sonrisa de haber contribuido a la gran revolución peruana. Lo cierto es que pudieron sobrevivir con la divulgación de los libros leídos y repetidos. Y cuánto valioso se perdió en el camino. Sobrevivir. ¿No, señor Macera?

       En el camino, cuántas vacas sagradas, cuántas figuras construidas para el imaginario popular a punta de repetir: el maestro, el mejor alcalde, el mejor presidente. Nada más que la opereta de una historia mal escrita. La realidad está ante nuestros ojos: una ciudad caótica, con los altos índices de inseguridad y criminalidad; un país saqueado por mineras, con pueblos sin agua y desagüe, con niños muertos de frío en el invierno puneño, con pueblos con ríos y campos contaminados, aquí nomás en el Callao, con plomo en la sangre. Y la lista de miserias es interminable mientras los bien pagados periodistas leen con énfasis que estamos en el mejor de los mundos con nuestra macroeconomía al máximo.

       Desfilan en los medios de comunicación generales, ex ministros del interior, ex magistrados, para dictar recomendaciones sobre cómo solucionar los problemas del país y de la ciudad, problemas que ellos no pudieron solucionar. Son tan caradura, sinvergüenzas y cínicos.

       Cómo entender que el país sea el primer productor de cocaína en el mundo y no se toca a nadie, salvo uno que otro pequeño traficante. ¿No se dice que el narcotráfico corrompe policías, políticos, abogados, magistrados, periodistas, funcionarios públicos, gobernantes? ¿Y no se encuentra ninguno en el país? ¡En qué cárcel están?

       ¡Qué país, Cambalache!

       Y qué bonito es hablar de valores. Es necesario enseñar valores. Así como desde el púlpito, recemos para que el mundo sea bueno. Recemos. Enseñemos. En tanto, aquí en nuestra calle, nuestros muchachos, sobreviviendo si tienen los medios, o delinquiendo si no lo tienen.

       Es el poder, el poder del dinero. Lo compra todo. Nosotros no lo tenemos.       Sin embargo, todavía estamos aquí y tenemos el derecho a hablar.