miércoles, 12 de diciembre de 2012

LA POLÍTICA, SIEMPRE, Y AHORA MÁS QUE NUNCA



Antes, pan y circo. Circo para cada capa social y pan para el que pueda pagárselo. Ahora, trabajo, trabajo, para el que pueda encontrarlo y en las condiciones en que el patrón lo ofrezca. Y, luego, a alentar el consumo: Sea feliz, compre alegría, comodidad a todo precio, sea más que el otro: mejor carro, mejor ropa… No hay tiempo para pensar, para informarse y reflexionar. ¿Cuántas  son las horas de trabajo? Si no se permanece dos o tres horas más en la empresa, se lleva trabajo a la casa. ¿Y a qué hora se descansa, se comparte con la mujer y con los hijos, a qué hora se lee o se escucha música por placer? En otras palabras, ¿cuánto tiempo se dedica uno a sentir el gusto por la vida?

¡Dale, nomás …!
Dale, qué va …!
¡Que allá en el horno
nos vamo’a encontrar!


Un vendedor ambulante de  pan detiene su carrito y pide en una pulpería una gaseosa, “bien helada”. “¿Con este frío?-dice la vendedora-. Se va morir”. El joven responde: “Para la vida que llevo”. Y es joven todavía. Tal vez se detuvo un tiempo para pensar y esa fue su conclusión. Los demás no tenemos el tiempo para reflexionar en la vida que arrastramos, y acaso pensamos que el trabajo y el sueldo que recibimos cada mes nos libera de buscar la dimensión humana de nuestro ser. Es decir, nos adormecemos consumiendo lo que la industria del espectáculo, del entretenimiento, del confort electrónico nos vende con la ilusión de vida plena: cuanto más tienes, cuanto más consumes, más feliz eres. Entonces basta unos minutos de felicidad, y para eso trabajamos, trabajamos, trabajamos. Incluso llegan a vendernos fórmulas para ser feliz, tan mediocres como estúpidas, (oh, Paulo Coehlo, gran mestro). Y el negocio crece.

Pero que el siglo veinte
es un despliegue
de maldá insolente,
ya no hay quien lo niegue.

¿Quiénes han manejado nuestras mentes? ¿Quiénes han decidido que nos interesemos unos años en los dinosaurios, en los animales prehistóricos (recordemos películas, series de TV, figuras y juguetes, iconos en ropas y accesorios de oficina…). ¿Quiénes decidieron en otro momento que debíamos pensar en seres inteligentes de otros planetas (La  guerra de las galaxias, …)? ¿Quiénes  nos impusieron el pensar en el fin del mundo cada cierto tiempo, en las profecías de Nostradamus, en las revelaciones de los pastorcitos…? Cine, prensa, radio, televisión, todos los medios construyeron y construyen esa gran mentalidad que iguala y al final adormece.

Entonces, para qué pensar, nos decimos. Rechazamos temas “que nos   hacen pensar”, que nos traen problemas, que tienen que ver con problemas que nos son ajenos.  “Si hay huelgas, pues bien, la gente tiene derecho a protestar, pero que no me molesten, que no ocupen las calles, las carreteras, que no hagan bulla, que planteen su protesta civilizadamente mediante gestiones a las oficinas correspondientes. Pero que no me molesten”.

Además, quiénes y cómo informan: todos los medios están al servicio del gran capital. Las ideas se dan elaboradas y la gente las asume como si las hubiera pensado con rigor. Lo triste es que los grupos sociales que han recibido una educación secundaria o universitaria apenas han llegado a satisfacer su comodidad olvidan su preocupación social. Ellos, que tienen la capacidad  y posibilidad de analizar y encontrar explicaciones, renuncian a la lectura crítica de los medios y adoptan criterios que se acomodan a su bienestar o que no les causa perturbación. Y como siempre, sin mayor reflexión, asumen la condena de líderes que tratan de revertir esta realidad. Pero no hay rigor en sus juicios. No. Se repite lo que ha llegado a ellos a través de los medios. Medios que han empleado diversas técnicas para manipular cerebros. Por eso, después de repetir cada día, cada minuto frases elaboradas para pegar en las mentes,  comprueban el éxito de su trabajo mediante encuestas mensuales. Las encuestadoras completan el círculo  cuando entrevistan a la gente en las calles y obtienen las respuestas que "esperan" las empresas que les pagan. Ejemplo: en tiempos del gobierno del ladrón y asesino mediato, Alberto Fujimori, se repetía en todos los grupos sociales, como sus éxitos: derrotó la inflación y venció al terrorismo. Nada más falso, la frase fue puesta en las mentes. La inflación la derrotó el shock, la eliminación de los subsidios, que echó a 300 mil empleados públicos a la calle, que elevó los índices de tuberculosos y del hambre en el país, por recomendación del FMI, para ser nuevamente país elegible, aceptado para los préstamos internacionales. Al terrorismo lo derrotó el rechazo de las poblaciones pobres, sus ronderos, que vieron cómo los senderistas mataban a sus autoridades, a sus mujeres, hombres, ancianos y niños. Ninguna revolución tiene éxito si se mata a la gente por la que dice se rebela. Ya estaba escrito, sería derrotado.  Otros ejemplos  cercanos son las respuestas a las preguntas sobre O. Humala, antes de las elecciones últimas. Los medios difundieron la imagen y la frase: Ollanta Humala es títere de Chávez, es comunista y nos va quitar todo, el Sutep va a dirigir la educación. Esta frase se repitió en la mayoría de grupos sociales, pero ya se ve que los pobres del país no lo creyeron y confiaron y se esperanzaron en la opción que representaba y lo eligieron  presidente. Y otra vez han sido traicionados. Otro ejemplo: Pese a toda la campaña para impedir la elección de Susana Villarán, ante su victoria, y solo por el hecho de presentar una opción de izquierda y una posición firme ante la corrupción que era el modus vivendi en la municipalidad, golpearon con la frase: No hace nada.  Y ha pegado en la mente de la gente hasta ahora, pese a su arduo trabajo por mejorar el tránsito y la venta mayorista y tantas otras obras que realiza. Esta manipulación o lavado de cerebro que se realiza minuto a minuto en todos los medios presenta sus éxitos a la derecha bruta y achorada (DBA) en las encuestas mensuales. Y es reforzado también, en las encuestas mismas, intencionadas,  que se presentan como esterilizadas o independientes, y nada más falso, estas encuestadoras sirven a sus patrones: los dueños del gran capital. Entre ellos se sostienen.

Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor,
ignorante, sabio o chorro,
generoso o estafador…

Aparecerán en los medios los voceros de la DBA, los políticos de la derecha, de todo pelaje, repitiendo infamias, falsedades, una y otra vez. Ellos y ellas, que sostuvieron regímenes corruptos, asesinos, abusivos, aparecen día a día opinando y con ello dando visos de verdad a lo que afirman, solo por el hecho de mostrar su imagen. Allí están los Alcorta, Salgado, Chávez, Cerruti, Vargas… Y para matizar y dar una leve imagen de imparcialidad uno que otro contrario.

No hay otro camino que motivar, interesar a toda la población, para intervenir en la reflexión política, en la cosa pública. Toda nuestra vida y las de nuestras familias reciben los efectos de la política. Entonces por qué no nos interesamos en los hechos de la política y de sus actores. La política no es más que la administración de los bienes que pertenecen a todos los peruanos, en nuestro caso,   y la provisión de los servicios que requieren para su bienestar. Hablamos de democracia, entonces, ejercémosla, participemos en ella.

La política, en democracia, se ejerce en las elecciones. Preparémonos para elegir con inteligencia, esto requiere  información, análisis, reflexión y discusión. Rechacemos la actitud cómoda de recibir mensajes y  verdades elaboradas por los grupos interesados que llegan, como dije, manipulados a través de diversos medios, minuto a minuto, así como se venden los productos de consumo. Discutamos los temas políticos, démonos el tiempo necesario. Hagamos escuela de discusión.  Nuestra vida está en juego: el trabajo, el salario, los precios del mercado, la calidad de la educación, el bienestar familiar. Cómo no nos va interesar nuestro propio bienestar y el de las grandes mayorías. No se resuelve la miseria, la pobreza, dando una limosna ni rezando (que es otro negocio, ya se viene haciendo cientos de años y nada) debemos participar.

Los medios de comunicación son el recurso que tenemos para estar informados. Ejercitémonos en su lectura, análisis y crítica, con riguroso razonamiento.  No es fácil reflexionar, aprendamos a hacerlo, el ejercicio nos acercará a hacerlo cada vez mejor, cuando confrontemos nuestras ideas, nuestras opiniones con otros que piensan diferente, entonces, incluso, tendremos la oportunidad de cambiar si estamos errados.

Leer y reflexionar. Los maestros tienen en sus manos esta gran tarea. Pero me apena constatar una triste realidad. Los periódicos no llegan a los pueblos pequeños del interior del país. Solo llegan a las grandes provincias, Pucallpa, por ejemplo, aunque habría que investigar en qué cantidad. En provincias pequeñas como Huaytará apenas llegan los diarios amarillos de cincuenta centavos, no los que publican opiniones de políticos o de intelectuales que tratan temas importantes para todos los ciudadanos. Cómo van a informarse, cómo van formar opinión los pobladores de estas regiones del país. Y si a esto se suma el mal uso de la televisión que llega con programas estupidizantes y con mensajes consumistas que quiebran la identidades culturales e imponen mentalidades, usos y costumbre foráneas, creando una falsa imagen de superioridad e inferioridad, entonces el problema es serio. Esto debe discutirse. Esto es política.

La tarea es de todos. Los periodistas, los catedráticos, los científicos sociales que escriben para los grandes diarios hagan también docencia en los periodiquitos de provincias, en los boletines de sindicatos. Lleguen a todos los rincones y grupos sociales que decidirán en elecciones a quienes se merecen gobernar el país, y no a quienes hicieron bolsas para asaltar el poder con su dinero, mal habido por lo general. No menosprecien a los lectores de los sectores humildes, escriban para ellos. Si la capacidad de lectura es baja, enseñemos a mejorarla. Señores intelectuales,       escritores de ficción, escriban para la masa popular, para que ejercite su poder en democracia. Ustedes saben usar el lenguaje. Y, maestros, usen los diarios como material de lectura.

Nada de lo dicho es nuevo, ni lo que seguiré diciendo. Pero es necesario seguir repitiéndolo. CAMBALACHE está en esta onda. Después de setenta años, no me iré dejando alguna frase que debí decir. No me llevaré nada, ni las palabras no dichas.